Por Ramón Durón Ruíz (†)
El Filósofo de Güémez es un personaje del noreste mexicano, que conoce a profundidad al ser humano con sus alegrías y miserias, destaca por una filosofía llena de sencillez, obviedad y sentido común, que le ha valido para trascender las chulas fronteras del norte, por su genio, ingenio y aparente buena fe.
El humor de éste filósofo nunca buscará agraviar, más bien agradar, no ofender sino sacar esa chispa de mexicanidad que en el humor todos llevamos dentro.
El sentido del humor que nos diferencia de los animales, nos permite revelarnos a nosotros mismos y encontrar esa lógica sutil que diferencia lo serio de lo tonto y lo tonto de los serio; el Filósofo utilizando el sentido del “sin sentido” que caracteriza al humor, llena de gracia nuestra vida con sus anécdotas y frases como:
“Las semillas de tomate son como las suegras…
¡nadie sabe pá que ingaos sirven, pero ya vienen incluidas!”
“Los hombres mentirían menos… ¡si las mujeres no preguntaran tanto!”
“El guisado de res es como las mujeres… ¡no hay que dejarlo enfriar!”
“Las bolsas de las mujeres son como los conventos… ¡tienen ‘ingos de madres adentro!”
“La vida es como las mujeres… ¡más inteligentes que nosotros!”
“En la vida no hay mujeres gordas… ¡hay mujeres llenas de amor!”
“Hay mujeres que son como las matemáticas: difíciles de entender… ¡pero indispensables pa’ vivir!”
El buen sentido del humor, te mantiene la cordura y aunque aparentemente es algo simple, cuando te atreves a aprovechar tu presente desde lo simple y cotidiano, la vida se vuelve simple como el amor y también los milagros... ¡se vuelven cotidianos!
Eso del humor me recuerda a Wilialdo el papá del Filósofo quien platicaba con su esposa:
–– Fíjate vieja que la maestra de la escuela está sorprendida con nuestro muchacho, dizque dice que es un filosofito, que tiene mucha agilidad mental y que es muy vivo. ¿Sabes una cosa? Le voy a dar una lección al muchacho, nomás pa’ que vea que le falta mucho por aprender.
Al día siguiente con el itacate hecho por su madre partió el niño filosofito en compañía de su padre a recorrer la serranía güemense, subieron sierras, bajaron valles, cortaron caminos por veredas; a eso de la una de la tarde el niño ya a punto de desfallecer de hambre, es invitado por su padre a hacer un alto en el camino, para juntar leña y calentar el lonche y el café.
–– Sabe mi’jito ¿‘onde estamos?
–– ¡No apá!
–– ¿Sabe pa’ donde queda Güémez?
–– ¡No apá!
–– ¿Sabe pa’ donde queda Victoria?
–– ¡No apá!
–– Entonces llego a la conclusión de que estas perdido
–– ¡A qué no, ap’a!
–– ¿No? ¿Por qué?
–– ¡¡¡Porque estoy contigo!!!
Que igual le suceda a usted si esta diariamente lleno de amor, humor y fe, estará con DIOS y…si está con DIOS, ¡NUNCA ESTARÁ PERDIDO!