Por Ramón Durón Ruíz (†)
Normalmente, cuando nos referimos a la libertad de expresión y al derecho a la información, tendemos a creer que son temas que sólo competen a los periodistas y a los medios de comunicación. Sin embargo, el ejercicio de ambos derechos, por parte de la ciudadanía, son esenciales para la el ejercicio de una vida democrática.
La información emitida por los medios de comunicación forma parte esencial de un país con democracia, es a partir de ella que se conforma una idea de la realidad, que construye opiniones que le permitan tomar decisiones en su vida diaria; por quién votar, cómo marcha el ejercicio gubernamental, qué servicios utilizar, etc.
La información es un bien social; es con el manejo de la información que los medios de comunicación se han convertido en otro poder: establecen la agenda pública, generan corrientes de opinión, precisamente por el impacto que tienen en la sociedad.
La libertad de expresión es considerada altamente preciada por la ideología liberal, está consagrada en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, emitida en Francia el 26 de agosto de 1789, misma que partía de la idea de que el antiguo régimen había perseguido muchos hombres sólo por expresar lo que pensaban, sin la existencia de ninguna regulación jurídica.
En nuestro país celebramos y conmemoramos el 7 de junio el Día de la Libertad de Expresión, establecida en nuestra Carta Magna, como en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
La libertad de expresión, es una garantía individual y un derecho universal, que intrínsecamente lleva implícita la fortaleza para la República. En el año 2000 el arribo de la transición democrática en México, trajo consigo un saludable ensanchamiento del ejercicio crítico de la libertad de expresión.
La clave del ser humano es la libertad, en ella juega un papel trascendente la libertad de expresión, que tiene el poder de reivindicar la sustancia primigenia del hombre y de un régimen democrático.
La fuerza de la libertad de expresión, radica en la libertad de pensamiento, que debe ser tan libre y tan poderosa, que a la vez que erradique, tenga la fuerza de arrancar de cuajo viejos y nuevos dogmas, su esencia radica en respetar lo que se dice, tanto como lo que expresamos.
La defensa de la libertad expresión es una conquista histórica, una responsabilidad colectiva. Es una tarea cotidiana, del día a día, muchas luchas se han dado, muchas vidas se han perdieron, demasiadas voces se callaron, para que hoy garanticemos su existencia y tengamos el privilegio de disfrutarla.
Los especialistas saben que quienes ejercen la vocación de escribir amparados en la libertad de expresión, en algunos regímenes –entre ellos México– esta se convierte en una profesión tan peligrosa, en la que la vida camina al filo de la navaja.
En nuestro país, con solemnes ceremonias se reconoce y homenajea a “viejos” y nuevos editores y reporteros de los distintos rubros del quehacer periodístico, en los diferentes medios de comunicación. Felicidades a todos esos grandes personajes que acuden al llamado de su voz interior, la vocación de su vida: el periodismo.
¡Feliz Día de la Libertad de Expresión!
Apropósito de la libertad de expresión, resulta que el gerente de una televisora, llama al novel reportero para amonestarlo:
— Mire, entiendo que sea nuevo como reportero… pero no vuelva a usar la expresión “MÁS MEJOR”. Quiero que en su lugar use “MUCHO MEJOR”
— Me puede decir ¿Por qué, señor? –pregunta respetuosamente el joven periodista.
— Po’s, porque suena ¡¡“MÁS MEJOR”!!