
La tarde del sábado 13 de septiembre, un camión repartidor de refrescos fue literalmente tragado por un mega socavón que se abrió en el cruce de Calle 4 y Avenida 5, colonia Renovación, en la alcaldía Iztapalapa.
Ese día, el hoyo de ocho metros de profundidad medía aproximadamente 10 metros de longitud por cinco de ancho. Hoy el diámetro del socavón ha crecido a 16 por ocho metros.
El vehículo, propiedad de la empresa refresquera Jarritos, avanzaba lentamente cuando el pavimento comenzó a hundirse bajo sus ruedas traseras. Primero se escuchó un crujido; después, el asfalto se fracturó como papel mojado y el vehículo quedó ladeado, sostenido apenas por la cabina. Todo ocurrió mientras los vecinos, con teléfonos en mano, registraban el momento sin poder creerlo.
Los cuerpos de emergencia se trasladaron al sitio rápidamente. Sin embargo, las cintas de precaución apenas habían sido colocadas alrededor de la zona cuando, de pronto, la parte trasera del camión terminó por desplomarse en el agujero de ocho metros de profundidad. Por suerte, antes del colapso, el chofer, que minutos antes había acudido a una tienda cercana a repartir el producto, logró salir de la unidad. No se registraron personas heridas ni otro tipo de daño material.
Sacar al camión no fue tarea sencilla. Se necesitaron grúas de hasta 120 toneladas, excavadoras y maniobras de precisión que se prolongaron casi 20 horas. Pronto, la imagen del vehículo comenzó a circular en redes sociales, convirtiéndose en un símbolo de la fragilidad urbana de la capital del país y en un recordatorio para las autoridades sobre la necesidad de atender el mantenimiento de las vialidades, hundimientos y baches que se registran en toda la periferia del Valle de México.
Las autoridades retiraron el vehículo y, a manera de paliativo, regalaron los refrescos entre los vecinos que se formaron por varios minutos para recibir su dotación de Jarritos.
Cuando parecía que la emergencia estaba contenida, el domingo por la tarde llegó el segundo golpe. Una tormenta cayó con fuerza sobre Iztapalapa y, en media hora, se acumularon más de dos millones de litros de agua. El pavimento ya resquebrajado cedió aún más y la cavidad se expandió como si respirara.
Así, el socavón, que al inicio medía unos cinco metros, se alargó hasta alcanzar 16 metros de largo, ocho de ancho y alrededor de nueve de profundidad. Vista desde arriba, la Avenida 5 parecía literalmente partida en dos.
La expansión del hoyo puso en riesgo a varias viviendas colindantes y esa misma noche, Protección Civil tocó las puertas de varias casas para desalojar a sus habitantes. Los vecinos apenas pudieron recoger lo indispensable: documentos, ropa ligera y algún otro objeto de valor.
En total, al momento se contabilizan 27 personas desalojadas; 20 de ellas se instalaron en el Centro de Cuidados de la Súper Manzana 4, en la Unidad Habitacional Vicente Guerrero, habilitado como albergue temporal. Las demás buscaron refugio con familiares cercanos.
Entre los desalojados estaba doña Elena, de 68 años, quien apenas alcanzó a sacar unas fotografías familiares antes de dejar su hogar, dejando ver la preocupación y el sentimiento de abandonar la vivienda donde nació y creció.
La alcaldesa morenista, Aleida Alavez, aseguró que mientras no exista un dictamen estructural sobre la estabilidad de las viviendas, las familias permanecerán fuera. Prometió un apoyo de cuatro mil pesos mensuales durante tres meses o su reubicación temporal en hoteles de la periferia.
La autoridad responsabilizó a las pasadas administraciones del origen del socavón que se encuentra oculto bajo tierra. A varios metros de profundidad corre un colector de concreto reforzado de 2.44 metros de diámetro. Ese tubo, diseñado para conducir aguas negras y pluviales, colapsó en un tramo de unos diez metros.
La ruptura, aseguran expertos, generó un vacío que arrastró piedras, tierra y finalmente el pavimento. La Secretaría de Gestión Integral del Agua de la Ciudad de México explicó que la primera fase de reparación será sustituir el tramo dañado de tubería y construir un pozo-caja para estabilizar la unión, trabajos que podrían durar hasta un mes.
Desde el 15 de septiembre, en plenos festejos patrios, cuadrillas de trabajadores realizan labores de videoinspección con cámaras, levantamientos topográficos y excavaciones de refuerzo, mientras en la superficie la avenida permanece cerrada y la maquinaria pesada opera sin descanso.
Los vecinos de la Avenida 5 no se sorprenden del todo, pues aseguran que los baches son constantes y que hace unos meses otro socavón de enormes dimensiones ya se había formado a unos metros.
A la fecha, el temor de que se repita la historia es compartido. Durante las lluvias, algunos residentes aseguran haber sentido cómo el terreno vibraba bajo sus pies. El recuerdo del camión hundiéndose se ha convertido en advertencia: si un vehículo de varias toneladas fue tragado por la tierra, ¿qué podría esperarse de sus casas y patrimonio?