
En México, nadie se imagina a Natanael Cano dejando los narcocorridos para cantar alabanzas religiosas. Sin embargo, eso habría dicho al gobierno estadounidense para obtener su visa de trabajo.
Según información que trasciende en redes sociales, para convencer a las autoridades migratorias de Estados Unidos, Cano aseguró que se dedicaba a interpretar alabanzas en iglesias y a proclamar versículos bíblicos desde el púlpito. Su imagen, sin embargo, está asociada al narcotráfico, autos de lujo y letras que glorifican el exceso, la ilegalidad y la violencia.
El fraude habría sido descubierto al momento de tramitar la renovación del documento migratorio. Trascendió que la visa con la que ingresaba a Estados Unidos era del tipo “R-1”, una categoría exclusiva para ministros religiosos, misioneros y trabajadores de comunidades religiosas sin fines de lucro.
Este tipo de visa exige al menos dos años de participación activa y verificable en una congregación religiosa, así como documentación firmada por una autoridad espiritual que avale un vínculo litúrgico real. En otras palabras: no basta con decirse creyente. Es necesario demostrarlo con años de servicio.
Nada en el historial público de Natanael encaja con ese perfil. Nunca se le ha visto en alguna iglesia. Ni su música, ni sus videos, ni su estilo de vida respaldan esa versión. Aun así, durante años logró cruzar la frontera sin mayores problemas.
Con la verdad al descubierto, la pregunta se repite: ¿cómo fue posible que engañara al sistema migratorio más estricto del mundo?
La visa R-1 no es un trámite de rutina. Implica entrevistas presenciales, verificación directa con instituciones religiosas, revisión de documentos y validación por parte de agentes especializados. Aun así, Natanael habría obtenido su primer permiso gracias a la empresa Franco Evens Marketing LLC, que lo presentó como músico religioso.
Después, su disquera CT Récords habría repetido el mismo procedimiento. Incluso se menciona a una tercera compañía, supuestamente fundada por Cano y uno de sus colaboradores, que también tramitó la visa bajo el mismo argumento. Fue en esta tercera solicitud donde las autoridades detectaron inconsistencias: direcciones falsas, firmas alteradas y centros religiosos que no existían.
¿Sobornó Natanael Cano a funcionarios migratorios de Estados Unidos? Hasta ahora no hay una respuesta oficial. Pero las investigaciones siguen abiertas.
El veto migratorio es un golpe severo. Estados Unidos representa el mercado más grande para la música regional mexicana. La mayoría de las giras, festivales y acuerdos comerciales se concretan en ese país. Perder la visa significa para Cano no solo la cancelación de conciertos, sino una fractura directa en su modelo de negocio.
Algunos promotores ya habrían comenzado a deslindarse. Estaciones de radio están dejando de tocar su música y plataformas digitales pausaron campañas de promoción relacionadas con el artista.
Para el gobierno de EE.UU., lo más preocupante no es el caso individual de Cano, sino la posibilidad de que haya más figuras públicas registradas con documentación religiosa falsa. Si el sistema ya fue vulnerado una vez, podría serlo muchas veces más.
El uso indebido de una visa R-1 no es un error administrativo. Es un delito federal. Tanto el solicitante como las empresas intermediarias pueden enfrentar sanciones civiles y penales.
En este caso, si se prueba que las empresas asociadas a Cano fabricaron pruebas o falsificaron documentación, también podrían ser procesadas penalmente.
Natanael Cano no es el único artista mexicano que ha sido vetado por Estados Unidos en años recientes. Julión Álvarez, por ejemplo, fue incluido en 2017 en la lista negra del Departamento del Tesoro por presuntos vínculos con el narco. Perdió su visa, se cancelaron sus conciertos y su música fue retirada de plataformas como YouTube y Spotify. Aunque años después recuperó parte de su carrera, las restricciones continúan. Hace poco tuvo que cancelar una presentación en Texas por no poder renovar su visa.
También Los Alegres del Barranco fueron vetados tras proyectar imágenes de líderes criminales durante un concierto en Jalisco. La Embajada de EE.UU. consideró el acto como apología del delito y suspendió sus permisos de forma indefinida.
Hoy, el caso de Natanael Cano no solo pone en riesgo su carrera internacional, sino que podría abrir una nueva fase de revisión migratoria para otros músicos. El fraude, si se confirma, marcaría un precedente grave en la relación entre la industria musical mexicana y el sistema migratorio estadounidense.