Pese a la gravísima situación de inseguridad que se vive en el país, es un buen síntoma que, en la primera semana del sexenio, haya un reconocimiento de la crisis de violencia que vive el país y, a diferencia de lo que sucedió con López Obrador, se dibuje un plan para atender la inseguridad. Pareciera que se podrían alinear la voluntad política de la presidenta, los conocimientos de seguridad de Omar García Harfuch, el despliegue de las Fuerzas Armadas y la coordinación con los estados. Ojalá que sea así, porque, si en algo coincidimos todos los mexicanos, es en la necesidad de dejar atrás las horas más oscuras del país, que acumularon doscientos mil muertos en un sexenio. Ya es hora de que México deje de ser el país de sangre y plomo que ha sido durante los últimos años.