El hallazgo de dos policías viales muertas dentro de su propia patrulla encendió las alertas de las autoridades en El Salto, Jalisco.
Las víctimas fueron identificadas como Libna Mata Villegas, de 40 años, y Gisela Ceballos Quezada, de 28, ambas adscritas a la Policía Vial del Estado. Estaban sentadas en la batea de su camioneta oficial, con impactos de bala en el rostro, rodeadas de conos y tambos naranjas. La unidad permanecía detenida a un costado de las calles San Pablo y San José, en la colonia Lomas de San Juan, sin indicios de enfrentamiento.
Las dos habían sido reportadas como desaparecidas la noche anterior. Su última actividad registrada fue una revisión de rutina a un vehículo con vidrios polarizados.
De acuerdo con el fiscal general de Jalisco, Salvador González de los Santos, ese procedimiento derivó en una emboscada:
“Las compañeras detuvieron un vehículo, luego otro las intercepta. Parece ser que las obligan a subirse a la camioneta y las llevan al punto donde las encontraron.”
El hallazgo se reportó alrededor de las 7:20 de la mañana del martes 11 de noviembre. Un vecino llamó al 911 al notar la patrulla estacionada con el cofre abierto y las luces encendidas. Cuando llegaron los primeros agentes municipales, confirmaron la escena.
Ambas oficiales tenían más de siete años de servicio; ingresaron a la corporación el 1 de mayo de 2018 y mantenían expediente limpio, reconocidas por su disciplina y puntualidad.
El secretario de Seguridad Estatal, Juan Pablo Hernández, descartó que se trate de una represalia criminal directa:
“Tenían expediente limpio. No hay nada que las relacione con actividades irregulares.”
Horas después, la dependencia publicó un mensaje institucional:
“Condenamos enérgicamente este artero ataque y expresamos nuestras condolencias a sus familias, amistades y compañeros de corporación.”
Desde Guadalajara, el gobernador Pablo Lemus Navarro reunió a su Gabinete de Seguridad y ordenó un operativo por aire y tierra en busca de los responsables, reforzando los puntos de revisión en El Salto, Tlaquepaque y Tlajomulco. Durante la tarde, helicópteros estatales sobrevolaron la zona, mientras la Guardia Nacional apoyaba en cateos.
Peritos localizaron 11 casquillos percutidos de arma corta y dos radios portátiles dañados por proyectil. La Fiscalía General del Estado abrió una carpeta de investigación por homicidio calificado y privación ilegal de la libertad.
Se analizan videos de cámaras de vigilancia en colonias aledañas para identificar los vehículos involucrados. Fuentes ministeriales señalan que al menos dos automóviles participaron: uno detenido por las oficiales y otro que bloqueó su paso. Los agresores las sometieron y trasladaron por la fuerza hasta el punto donde más tarde serían encontradas sin vida.
El municipio de El Salto ha sido escenario de violencia recurrente contra fuerzas de seguridad. En los últimos años, agentes de tránsito y policías municipales han sido blanco de ataques directos de grupos criminales que operan en la Zona Metropolitana de Guadalajara. Sin embargo, nunca se había registrado un crimen de esta magnitud: dos mujeres ejecutadas dentro de su propia unidad durante el servicio.
Por la tarde, compañeras levantaron un altar junto a la patrulla: flores, veladoras y una cartulina escrita a mano que decía “Gracias por servir con honor.”
El cuerpo de Libna Mata Villegas será velado en Guadalajara, mientras que el de Gisela Ceballos Quezada en San Pedro Tlaquepaque. Familiares, compañeros y vecinos acudieron a rendir homenaje.
Hasta el cierre de esta nota, no hay detenidos. El operativo de búsqueda continúa con apoyo del Ejército Mexicano, Guardia Nacional y Policía Metropolitana.
El gobernador Lemus prometió que no habrá impunidad:
“Vamos a capturar a los responsables. Tocar a una mujer policía es tocar al Estado.”
La muerte de Libna y Gisela reaviva la discusión sobre la seguridad del personal operativo. En los últimos seis meses, seis agentes estatales han sido asesinados en cumplimiento del deber, dos de ellas en circunstancias que sacudieron a todo Jalisco.
Salieron a trabajar un turno más, sin saber que su patrulla, la misma que patrullaba las calles del municipio, terminaría siendo el escenario de su despedida.
Ahí quedó todo: su uniforme, los conos viales, el radio apagado… y el eco de una sirena que ya nadie puede apagar.