
Un gobierno espía cuando intenta controlarlo todo, pues su mayor temor son los ciudadanos libres. De forma ilegal y burda, el Ejército de esta administración, de la llamada Cuarta Transformación, espía a periodistas y defensores de derechos humanos y las respuestas del Presidente ante la evidencia contundente sólo pueden tener dos vías o el Presidente no tiene control de lo que están haciendo las Fuerzas Armadas o los mandos de la Sedena le mienten, porque eso de que son labores de inteligencia, en realidad se llama espionaje y es ilegal. Una investigación de la organización Red en Defensa de los Derechos Digitales reveló que el teléfono del activista Raymundo Ramos fue infectado con “Pegasus”. El espionaje contra Raymundo Ramos fue realizado por el Centro Militar de Inteligencia, una estructura secreta dentro de la misma Sedena que no tiene facultades legales para intervenir teléfonos y al actuar con discrecionalidad y opacidad, no está sujeta a rendir cuentas a ningún poder civil. En tiempos donde las Fuerzas Armadas tienen cada vez más y más tareas y con ello más concentración de poder. La impunidad y la evasión a responder cuestionamientos sobre espionaje sólo dan cuenta de que bajo las narices del Presidente, algo no está bien.