
Hay trayectorias que avanzan sin escándalos. Y hay otras que, aún desde las cumbres del poder, cargan con preguntas difíciles. El caso de Yasmín Esquivel Mossa pertenece al segundo grupo.
Tiene 61 años, cuatro décadas en el servicio público y hoy ocupa uno de los once asientos más poderosos del país: el de ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Llegó ahí en marzo de 2019, propuesta por el presidente Andrés Manuel López Obrador, en un momento en que el Senado no logró acuerdos. Su nombramiento fue directo… y su figura, desde entonces, no ha dejado de dividir opiniones.
Esquivel nació en la Ciudad de México y estudió Derecho en la UNAM. Luego sumó una maestría en administración de instituciones educativas y un doctorado en Derecho por la Universidad Anáhuac, en convenio con la Complutense de Madrid. Durante años, construyó una carrera sólida en tribunales agrarios, juzgados administrativos y órganos de justicia local. Presidió el Tribunal Contencioso Administrativo del entonces Distrito Federal, y en 2021, ya como ministra, fue electa para encabezar la Segunda Sala de la Corte.
Pero ningún currículum resiste intacto cuando el juicio se traslada a la plaza pública. En diciembre de 2022, fue señalada por presunto plagio en su tesis de licenciatura. Un año después, surgieron nuevas acusaciones sobre su tesis doctoral. En ambos casos, los cuestionamientos apuntaron a extensas coincidencias con textos previos, sin el debido reconocimiento.
Ella lo ha negado todo. Dice que se trata de acusaciones políticas, que hay resoluciones judiciales que la respaldan y que ningún tribunal ha anulado sus títulos. Incluso, este año, un juzgado ordenó indemnizar a su asesora de tesis por daño moral, argumentando que la exposición pública le causó afectaciones.
Pero los señalamientos persisten. Y en medio de ese ambiente, Esquivel participó en la elección judicial del 1 de junio de 2025. Por primera vez en la historia del país, las y los ministros de la Corte fueron sometidos al voto directo. Y ella figuró entre las candidaturas más conocidas en las boletas.
A lo largo de la campaña —no oficial, pero sí pública—, se mantuvo activa en foros, medios y entrevistas. Evitó hablar a profundidad del tema de las tesis, pero insistió en defender su permanencia en la Corte. Su mensaje se centró en la experiencia: “llevo años impartiendo justicia”, dijo en varias ocasiones. No buscó reinventarse, sino reafirmarse.
Yasmín Esquivel es, a estas alturas, uno de los nombres más polémicos del Poder Judicial. Para sus críticos, representa la contradicción de un sistema que exige ética pero no sanciona. Para sus defensores, es una víctima de linchamiento mediático.
La elección ya ocurrió. Los resultados oficiales se conocerán el 15 de junio. Pero para Esquivel, la evaluación no se limita al conteo de votos. Su verdadero escrutinio, desde hace tiempo, se libra también en otro terreno: el de la confianza pública.