El 19 de septiembre de 1985, a las 7:19 a.m., un poderoso terremoto de magnitud 8.1 sacudió la Ciudad de México y sus alrededores. El epicentro se localizó cerca de la costa de Michoacán, a más de 350 kilómetros de la capital. Este sismo tuvo un impacto devastador: se estima que entre 10,000 y 30,000 personas perdieron la vida, y miles más resultaron heridas. Además, alrededor de 250,000 personas se quedaron sin hogar debido a la destrucción de edificios y viviendas.
La respuesta del gobierno fue inicialmente desorganizada. La falta de un plan de emergencia eficaz y la escasa preparación ante desastres evidenciaron la vulnerabilidad de la infraestructura de la ciudad. Sin embargo, la población civil comenzó a organizarse rápidamente. Grupos de ciudadanos, estudiantes y organizaciones no gubernamentales se movilizaron para ayudar en las labores de rescate. Se establecieron centros de acopio para proporcionar alimentos, medicinas y ropa a los afectados. La solidaridad entre los mexicanos se hizo evidente; muchas personas arriesgaron sus vidas para rescatar a sobrevivientes atrapados bajo los escombros.
Este desastre también generó un cambio significativo en la política de protección civil en México. Se instauraron nuevas leyes y se fortalecieron las instituciones dedicadas a la gestión de riesgos y desastres. La educación sobre cómo reaccionar ante terremotos se volvió una prioridad en escuelas y comunidades.
#Septiembre19 | 🇲🇽
— SkyAlert (@SkyAlertMx) September 19, 2024
Hoy recordamos con el corazón a las víctimas y sus familiares por los terremotos de 1985, 2017 y 2022. Este día nos inspira a ser más fuertes, más unidos, y a seguir construyendo un México resiliente, siempre listo para enfrentar cualquier adversidad.… pic.twitter.com/JGxOumhCUi
Más de tres décadas después, el 19 de septiembre de 2017, exactamente a 32 años del terremoto de 1985, un nuevo sismo golpeó México. Este terremoto tuvo una magnitud de 7.1 y su epicentro se localizó en el estado de Puebla, a unos 120 kilómetros de la Ciudad de México. A pesar de ser menos potente que el de 1985, causó una considerable devastación en la capital y en varios estados del centro y sur del país. Se reportaron más de 360 muertes, y miles de edificios sufrieron daños significativos.
El sismo del 2017 también reveló los avances en la preparación ante desastres. La ciudad había implementado simulacros de evacuación y programas de alerta sísmica, lo que permitió a muchos ciudadanos reaccionar de manera más efectiva. Sin embargo, la tragedia también expuso la fragilidad de la infraestructura en algunos edificios, especialmente en aquellos que no cumplían con los códigos de construcción establecidos tras el terremoto de 1985.
Al igual que en 1985, la respuesta de la comunidad fue inmediata. Los mexicanos se unieron para ayudar a los afectados. Organizaciones civiles, voluntarios y ciudadanos anónimos se lanzaron a las calles para ofrecer asistencia. Se organizaron brigadas de rescate, y se establecieron centros de acopio para reunir suministros. Las redes sociales jugaron un papel crucial en la coordinación de esfuerzos y en la difusión de información sobre necesidades urgentes.
Recordando el #sismo del 19 de septiembre del 2017 en los canales de #Xochimilco, grabado por unos turistas
— Rafael Palacios (@RafaPalacios83) September 19, 2024
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Ambos terremotos, aunque separados por más de tres décadas, compartieron un legado de solidaridad y unión entre los mexicanos. En cada desastre, la población mostró una admirable capacidad para organizarse y apoyarse mutuamente. Este espíritu solidario es un testimonio de la resiliencia del pueblo mexicano ante la adversidad.
A través de los años, los terremotos de 1985 y 2017 han dejado lecciones valiosas en términos de preparación y respuesta ante desastres. La memoria de estas tragedias sigue viva, no solo como recordatorio de la vulnerabilidad del país, sino también como símbolo de la fortaleza y la unidad que puede surgir en momentos críticos.