
Durango votó este 1 de junio en medio de una jornada electoral marcada por tensiones políticas de fondo y una fractura evidente entre dos proyectos que se disputan el rumbo del estado. Con urnas abiertas desde las ocho de la mañana y vigilancia reforzada por autoridades estatales y federales, los duranguenses acudieron a elegir a presidentes municipales, regidores y síndicos.
Lo hicieron con un ánimo contenido, participación discreta y denuncias que comenzaron a circular desde las primeras horas.
En la capital del estado, el escenario fue claro desde temprano: José Antonio Ochoa, actual alcalde con licencia y abanderado de la coalición “Unidad y Grandeza por Durango” (PAN–PRI), se perfiló como el favorito. Las encuestas de salida lo colocaron a la cabeza con una ventaja amplia sobre su principal contendiente, José Ramón Enríquez, candidato de Morena. Las primeras actas confirmaron la tendencia: Ochoa habría ganado con casi 30 puntos de diferencia.
En otras zonas del estado, sin embargo, el panorama fue distinto. Gómez Palacio, bastión tradicional de la izquierda, volcó su apoyo hacia Morena. Según datos preliminares del Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP), el partido guinda consolidó su presencia en municipios clave de la región lagunera. El avance fue significativo, aunque insuficiente para arrebatar el control de la capital.
La contienda distó de ser tersa. En Lerdo, uno de los municipios más disputados, Morena denunció detenciones arbitrarias, amenazas contra brigadistas y actos de intimidación por parte de autoridades locales. Uno de los casos más graves fue la aprehensión del coordinador de campaña de Flora Isela Leal, candidata morenista, apenas horas antes del cierre de casillas. Aunque el incidente no detuvo la jornada, encendió las alertas por posibles violaciones a los principios de equidad electoral.
El Instituto Nacional Electoral (INE) reportó un número considerable de incidentes en Durango, aunque no detalló su naturaleza específica. Aun así, tanto el INE como las autoridades locales aseguraron que los comicios se llevaron a cabo en “condiciones aceptables”, sin necesidad de suspender la votación en ningún municipio.
A diferencia de otros procesos recientes, esta jornada se caracterizó por una participación moderada. Aunque no se han publicado cifras definitivas, la afluencia fue visiblemente baja tanto en colonias urbanas de la capital como en comunidades rurales del norte. Las causas varían: desinformación, hartazgo ciudadano y la percepción de que los resultados ya estaban definidos.
La coalición PAN–PRI se presenta como ganadora en la mayoría de los municipios del centro y norte del estado, mientras que Morena afianzó terreno en el sur y en zonas urbanas con fuerte presencia obrera. Movimiento Ciudadano, por su parte, conservó únicamente una presencia testimonial.
Los cómputos distritales continuarán en los próximos días, y se espera que el Instituto Electoral y de Participación Ciudadana del Estado de Durango emita los resultados oficiales el 15 de junio. Mientras tanto, los actores políticos ya se preparan para lo que podría convertirse en una batalla postelectoral en tribunales. Tanto PAN como Morena han anunciado que impugnarán actas en varios municipios donde la diferencia fue mínima.
Durango mostró, una vez más, que es un estado de transiciones lentas pero decisivas. Aunque el control político permanece en manos del bloque opositor al gobierno federal, el avance territorial de Morena en regiones estratégicas sugiere una contienda más cerrada de cara a 2027. Por ahora, el mapa electoral se redefine, y con él, la disputa por el poder local.