Debemos solidarizarnos con los familiares de las víctimas y exigir que se conozca la verdad, tope donde tope. Porque si se impone la desesperanza, la resignación, la mentira y el olvido, es como si los 43 normalistas desaparecieran de nuevo. Ya no en Iguala, sino en todo México.
¿Cuántos años más deben pasar para que podamos saber qué sucedió aquella noche en Iguala? ¿Cuántas mentiras más se van a decir? ¿Cuántos testimonios será necesario recopilar? ¿Cuántos desaparecidos debe haber para que las cosas comiencen a cambiar? ¿Cuándo podremos decir, que realmente, ya vivimos en un México distinto, donde no suceden horrores como la desaparición de 43 jóvenes, cuyo paradero sigue sin conocerse?