Lo que presentó el 5 de febrero es un golpe directo a la línea de flotación del equilibro de los Poderes de la Unión… Me explico, el presidente López Obrador parece empeñado en trastocar al Poder Judicial, con una reforma que resulta la más ambiciosa desde 1994... Lo que busca es la desaparición de la Suprema Corte tal como la conocemos, así como la eliminación del Consejo de la Judicatura Federal… Uno de los cambios más radicales en esta reforma judicial es que prohíbe a ministros, jueces y magistrados que otorguen suspensiones contra leyes con efectos generales… Esto significa que no podrá ser un contrapeso ni un freno al Legislativo, aunque diputados y senadores aprueben leyes sin haber hecho correctamente un proceso de deliberación… Estamos hablando de un tema muy serio, pues prácticamente quien controle el Congreso manejaría las reformas a nuestra Constitución… Además, con esta iniciativa la nueva integración de la Corte se haría sólo con nueve ministros en lugar de 11… Además, todos los ministros de la Corte serían electos por voto popular, y los postularían los tres poderes: 10 perfiles el Ejecutivo, 5 cada cámara del Congreso y otros 10 el propio Poder Judicial… Luego de las nominaciones vendrá la elección que organizaría el nuevo INE… La iniciativa dice que los candidatos no pueden recibir financiamiento público ni privado, lo cual nos lleva a preguntarnos cómo pagarían sus campañas… Y sobre todo a cuestionar qué pueden prometer, si la tarea de un juzgador es una sola… Interpretar la ley según el texto, no según lo que quiera la opinión pública… Imaginen lo arriesgado que sería por ejemplo la llegada de un ministro a la Corte bajo la promesa de echar para atrás derechos como el de la interrupción del embarazo…