
Con una especie de altar a Nemesio Oseguera Cervantes, “El Mencho”, la Agencia Antidrogas de Estados Unidos se dio cuenta de que el Cártel Jalisco Nueva Generación había llegado a Los Ángeles, California, y que no solamente estaría operando en el corazón de la ciudad, sino que estaba vigilando, y muy de cerca, a varios elementos de la DEA.
“Estamos aquí y estamos entre ustedes” es el mensaje que, según la DEA, el cártel de las cuatro letras quiso enviar al Gobierno de Estados Unidos, mientras se realizaba el juicio de Rubén Oseguera González, alias “El Menchito”, hijo del líder del Cártel Jalisco. Esta situación no solo encendió las alarmas al interior del Departamento de Justicia, sino que reveló el alcance operativo y logístico de un cártel que ha expandido su influencia y poderío mucho más allá del territorio mexicano.
Y es que ahora, dicha organización criminal no solo es considerada una de las más violentas a nivel internacional, sino también una de las más audaces, simplemente por lograr un sigiloso espionaje dentro del mismo país que hace unos meses lo incluyó en su lista de “organizaciones terroristas extranjeras”.
El agente especial de la DEA, Matthew Allen, fue el encargado de realizar el anuncio al comparecer ante el Senado de Estados Unidos, revelando de primera instancia que hace poco catearon un almacén donde habría estado operando el cártel de las cuatro letras. Aunque no reveló la ubicación exacta, dejó en claro que estaba muy cerca de la propia oficina de la agencia antidrogas. Ahí localizaron un mural con el retrato de “El Mencho” portando equipo táctico y las siglas de la organización que lidera.
La revelación marca un inquietante giro en la guerra que mantiene Estados Unidos contra los cárteles de la droga y el trasiego de fentanilo, pues no cualquiera cruza la frontera para llegar directamente a vigilar a la DEA.
Los objetivos principales, según las propias autoridades, eran elementos encargados de investigar y testificar contra “El Menchito”, condenado a cadena perpetua en marzo de 2024 por una corte federal en Estados Unidos. A él se le halló culpable de tráfico internacional de cocaína y metanfetaminas, así como de conspiración criminal y nexos con actividades violentas.
El proceso judicial de Rubén Oseguera, realizado en Washington, ocurrió bajo estrictas medidas de seguridad, sin imaginar siquiera que estaban siendo blanco de una operación delincuencial encubierta.
Eran seguidos, monitoreados en sus actividades y rutinas diarias, identificados en espacios públicos y, en casos específicos, fotografiados en zonas consideradas como seguras.
Aunque nunca hubo alguna agresión directa, esta serie de amenazas provocó una reacción de alto nivel en el gabinete de seguridad norteamericano. Incluso, fuentes del Departamento de Justicia citadas por medios como ABC News y The Washington Post señalaron que, de manera histórica, esta fue la primera vez que se tuvo conocimiento documentado de una supervisión activa contra funcionarios estadounidenses vinculados a un juicio federal de alto perfil contra un capo mexicano.
Previamente, la DEA ya había advertido que el Cártel Jalisco Nueva Generación mantiene células operativas en al menos 35 estados de la Unión Americana, pero jamás se había reportado que usaran dichas facciones para vigilar a oficiales federales.
Las alarmas encendidas tienen dos vertientes principales: por un lado, la evidente sofisticación en las redes de inteligencia criminal del Cártel Jalisco Nueva Generación, y por otro, el reflejo de una estrategia de presión y disuasión en contra del aparato judicial que ha perseguido de manera frontal a sus líderes.
Y es que para Estados Unidos, “El Menchito” no era un operador cualquiera. Desde su arresto en 2015 y posterior extradición en 2020, Rubén Oseguera González se convirtió en uno de los blancos prioritarios del gobierno. Su perfil como heredero directo de “El Mencho” y su formación criminal, además de su papel en el organigrama del trasiego de drogas, lo volvieron una figura esencial y estratégica.
Durante el juicio, los fiscales detallaron cómo Oseguera González supervisaba operaciones que incluían torturas, asesinatos, transporte de cargamentos por mar y tierra, así como vínculos con redes de lavado de dinero transnacional. En los testimonios presentados ante el tribunal se incluyeron grabaciones, documentos financieros y declaraciones de testigos protegidos que narraban ejecuciones ordenadas directamente por él.
Medios locales refieren que las investigaciones posteriores al descubrimiento del altar y el asedio a las autoridades han orillado a la DEA a reforzar los protocolos de protección para fiscales, jueces y agentes involucrados en casos de narcotráfico internacional. Además, incrementaron la cooperación con el FBI y demás agencias de inteligencia para trazar posibles rutas de infiltración del Cártel Jalisco Nueva Generación en territorio norteamericano.
Hoy los agentes federales en Estados Unidos ya no solo deben lidiar con intentar frenar el trasiego y venta de drogas, sino también con esta silenciosa amenaza que advierte con llegar a lo más profundo de sus instituciones.