Con el paso del tiempo, las preguntas se han venido multiplicando y todavía no sabemos qué sucedió exactamente. La única narración más o menos exhaustiva de los hechos es la que ofreció en su carta Ismael “El Mayo” Zambada, que, si bien ofrece información relevante, no puede ni debe considerarse como la verdad definitiva. Tampoco sabemos a qué arreglo habrían llegado las autoridades estadounidenses con los hijos del “Chapo” Guzmán, pero pareciera que el operativo para detener al “Mayo” estuvo lleno de irregularidades, homicidios, montajes y operaciones de ocultamiento. Por este motivo, ya no se trata solamente de comprender quiénes y cómo arrestaron al “Mayo” Zambada, sino qué intereses podría haber dentro de la Fiscalía sinaloense por ocultar información e, inclusive, por favorecer a una de las facciones del Cártel de Sinaloa. Tampoco se sabe qué tan alto llegan estas complicidades. Mientras tanto, el Gobierno de México sigue sin saber qué sucedió y pareciera que las investigaciones de la Fiscalía son su única fuente de información confiable. Por desgracia, es la gente de Culiacán y de Sinaloa la que día a día tiene que padecer los retenes, los bloqueos, los homicidios y las explosiones de violencia que se han detonado a raíz de la detención. Porque para los habitantes de Sinaloa, la red de versiones encontradas, de complicidades, de medias verdades y de investigaciones pendientes es una red de balaceras y asesinatos. Para ellos, estas redes criminales son una red de sangre.