En noviembre del año pasado Arturo Zaldívar renunció a la Corte, días después estaba de lleno en la campaña de Claudia Sheinbaum… Fuera máscaras, se pensó, el político se había quitado la toga… Pero el 22 de febrero una declaración de López Obrador desnudó a Zaldívar… No como un político, sino como un sumiso… Posteriormente y sin mencionarlo, el ministro Luis María Aguilar y la presidenta de la Corte, Norma Piña, le dieron lecciones invaluables a su excompañero… Así, frente a todos, quedó expuesta la verdadera forma de Zaldívar… Ni juez, ni ministro, ni transformador… Si acaso un dócil subordinado a quien ni siquiera le concedieron un espacio de réplica en Palacio Nacional… La llegada de la Cuarta Transformación al poder coincidió con el arribo de Arturo Zaldívar a la Presidencia de la Suprema Corte, desde ahí acaparó los reflectores por su apertura con la prensa… Inauguró sus conferencias mensuales, acudió a visitar a las reclusas del penal de Santa Martha, se hacía viral en TikTok… Y aquella máxima de todos los derechos para todas las personas lo hacían ver como un ministro disruptivo y progresista… Es más, cuando acusó que había sido presionado y acosado por el Gobierno de Felipe Calderón por el caso de la Guardería ABC, se le vio como un juez sólido, recto, incorruptible… Ojalá ahí siguiéramos… Porque aquella imagen de Zaldívar se iba despostillando de a poco… Por ejemplo, a la hora de votar por asuntos tan delicados como la militarización de la Guardia Nacional… Ahí, se posicionaba en favor de entregar un cuerpo de seguridad que se pensó como civil a las Fuerzas Armadas… Y sus argumentos fueron vistos por expertos en la materia como una absoluta maroma… Lo mismo ocurrió cuando intentó extender su mandato por dos años más, pero sus pares se lo negaron… La Ley es la Ley… Zaldívar es un aliado de la 4-T, lo supimos hace mucho, lo confirmamos cuando dejó la Corte para subirse al barco de Claudia Sheinbaum…