Morelia, Michoacán
La voracidad del Síndrome Respiratorio Agudo Grave, COVID-19, ha robado e impactado a todos los sectores sociales y económicos del mundo; sin embargo, no logró romper la atracción por la riqueza turística ancestral de Michoacán, y miles de paseantes, nacionales e internacionales, iniciaron el retorno a la cuna del Imperio Purépecha.
En el mes de julio, en el marco de la nueva convivencia social y la reactivación parcial de actividades socio-económicas, bajo estrictas medidas de sanidad, 324 mil 779 visitantes decidieron romper estigmas y confiaron en la hospitalidad michoacana, eligiendo distintos puntos del Estado para vacacionar y conocer la grandeza del Estado, dejando una derrama superior a los 369 millones de pesos.
Con ese comportamiento que promete crecer cada vez más, el turismo vuelve a convertirse en el gran aliado para que Michoacán comience a construir su nueva recuperación en medio de la pandemia más grave que se ha enfrentado en los últimos tiempos.
El toque mágico de Don Juan que envuelve a Michoacán y seduce a propios y extraños, vibró de nuevo. La belleza y riqueza histórica, cultural, arquitectónica y gastronómica, emergieron entre los despojos que dejó a su paso el SARS-CoV-2 con más daño durante los meses de abril y mayo, cuando las estadísticas de todas las ramas de la llamada “industria sin chimeneas”, se desplomaron estrepitosamente.
Lo que ocurrió en el segundo trimestre del año, destrozó los esfuerzos de años de autoridades y prestadores de servicios. Al inicio de su administración, Silvano Aureoles Conejo, gobernador de Michoacán, se propuso recuperar el turismo y lo logró: en 2019, Michoacán vivió el año más grande y fuerte de las últimas dos décadas, y más a partir de su tragedia en el 2008.
Enero y febrero ya trazaban lo que sería el desempeño turístico de Michoacán en el 2020; ambos meses arrojaron estadísticas con resultados mejores aún que el mismo periodo del 2019. Pero el gozo se fue al pozo. Siguió un doloroso trimestre con números que rebasaron la línea roja
Con el confinamiento obligado, el cierre de fronteras y de servicios no esenciales, el derrumbe fue inminente: Michoacán perdió 2 millones 726 mil de los turistas que había ganado el año pasado. Es decir, la disminución acumulada en el primer semestre, fue superior al 53 por ciento.
En lo económico, las pérdidas fueron mayores; en la primera mitad del año, en comparación al mismo ciclo del año pasado, Michoacán dejó de percibir 3 mil 364 millones de pesos en derrama, con una disminución acumulada del 53.8 por ciento, lastimando severamente la economía de miles de familias.
El sector hotelero reflejó claramente la situación que se vivía. Mientras en los dos primeros meses del año los porcentajes de ocupación para todo el Estado fueron superiores al 45 por ciento, a partir de marzo la cifra cayó; en el tercer mes, marzo, se ubicó en el 32 por ciento y para abril y mayo, fue del 4 y el 5 por ciento, respectivamente.
Hoteleros, restauranteros, agencias de viajes, guías de turistas, cocineras tradicionales y artesanos resintieron el ataque. El Estado ha venido apoyándoles como al resto de los emprendedores y empresarios que así lo han solicitado, pero era insuficiente.
La conectividad aérea, ha sido una de las industrias más afectadas en el mundo por la pandemia. La movilidad humana es el mayor riesgo y, en un afán de cerrarle el paso al virus chino, se suspendió el libre tránsito por varios meses.
En Michoacán, éste es un servicio que se había consolidado en los últimos años, al incrementar las rutas nacionales e internacionales, tanto desde el aeropuerto de Morelia como el de Uruapan.
Con la reactivación económica, anunciada por Aureoles Conejo, se han mantenido todas las rutas y se empiezan a activar las frecuencias semanales así como el incremento de flujo de pasajeros nacionales e internacionales, si bien los flujos de viajantes aún siguen siendo menores.
Con el sexto mes, la esperanza turística empezó a cobrar forma. Tras tocar fondo en mayo, junio consiguió cerrar con 95 mil 730 paseantes con una derrama captada superior a los 90 millones de pesos. La antesala era pequeña, pero firme.
En julio llegaron 324 mil 779 paseantes y Michoacán captó de ellos 369 millones de pesos, 3.3 veces más que un mes antes. Una buena noticia, como lo confirmó el propio mandatario michoacano, quien detalló cómo varias de las distintas regiones del Estado cautivaron y convencieron a los miles de visitantes a que eligieran a la entidad como destino para vacacionar.
La ocupación hotelera en ese mes, alcanzó un 25 por ciento en general para el Estado, un cinco por ciento más que la expectativa que se plantearon los propios propietarios de estos establecimientos.
Las siete regiones turísticas de Michoacán registraron avances notables. Morelia, por ejemplo, cerró enero al 56 por ciento y bajó a un cuatro por ciento entre abril y mayo; alcanzando en julio 28 por ciento.
Además, 4 regiones turísticas presentan 23 por ciento de ocupación en julio: el País de la Monarca, Pátzcuaro, la Costa y Uruapan.
El caso de Pátzcuaro es muy significativo al ser la única región que en abril y mayo cayó a cero. En cambio, Apatzingán es la zona que presenta mayor recuperación con un 48 por ciento de ocupación hotelera, superando incluso los porcentajes que logró en enero, 40% y febrero, con 37 por ciento.
En el nuevo escenario que obliga la pandemia por el virus del Síndrome Respiratorio Agudo Grave, el turismo resulta ser un elemento de gran impacto en la recuperación económica y social en Michoacán.
El turismo genera empleo y eso detona la independencia económica; especialmente para las mujeres, presentes hasta antes de la pandemia, en el 57 por ciento de los puestos de trabajo relacionados con esa industria.
El turismo impulsa el empoderamiento de las mujeres para liberarse del abuso y la violencia; les ayuda a acelerar los procesos de crecimiento personal y profesional, particularmente en el mundo rural y les da la oportunidad de aprovechar sus conocimientos como fuente de recursos en territorios donde les sería difícil acceder al mundo laboral, como es el caso de las cocineras tradicionales y de las artesanas.
Las cocineras tradicionales, reconoció el gobernador, transforman visiones y comportamientos en las sociedades que habitan, al margen de su condición económica; recuperan y conservan el patrimonio gastronómico desde los olores, sabores y texturas, y, con sus conocimientos culinarios, crean micropymes turísticas que pueden llegar a alcanzar niveles internacionales de reconocimiento. En el Estado hay varios ejemplos de ello.
Michoacán le apuesta entonces a esa transformación, donde, desde la óptica más pura de la sostenibilidad, estas mujeres generan procesos de desarrollo endógeno, promueven el empleo, rescatan y blindan tradiciones en riesgo de desaparecer, fortalecen las cadenas de valor y de proximidad, innovan a partir de los recursos gastronómicos ancestrales de cada región, despiertan y catapultan a las mismas sociedades en las que habitan y que, hasta hace poco, las mantenía marginadas de su desarrollo personal. En esa ruta traza Aureoles Conejo la nueva realidad del estado que gobierna.
